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Articles by Bill Crowder

El gozo de la decepción

Mientras estudiaba en el instituto bíblico, me presenté para formar parte de los equipos de música itinerantes de la institución. Me entusiasmaba la idea de participar en ese ministerio, pero quedé frustrado cuando no me aceptaron. Ante mi decepción, solamente pude confiar en que los propósitos de Dios eran más grandes que los míos.

El otro ochenta por ciento

Hace poco, vi un cartel que decía que el ochenta por ciento de los seres vivientes de la Tierra están en los mares. Ese número sorprendente es difícil de asimilar, en gran parte porque la mayoría de esos seres no se ven.

Sabiduría de las masas

La descripción en Internet de La sabiduría de las masas dice: «En este fascinante libro, el columnista sobre economía James Surowiecki explora una idea sencilla, pero engañosa: los grupos grandes de personas son más listos que las elites minoritarias, independientemente de su inteligencia; mejores para resolver problemas, fomentar innovaciones, llegar a decisiones sabias, e incluso para predecir el futuro».

Demasiado bendecido

En mi viaje diario a la oficina, tengo muchísimo tiempo para leer… me refiero a las calcomanías en los automóviles. Algunas son desagradables, otras ingeniosas, e incluso otras, directamente de mal gusto. Sin embargo, una que vi hace poco desafió sutilmente mi corazón sobre la manera en que suelo enfrentar la vida. Decía simplemente: «Demasiado bendecido como para quejarme».

Tema de conversación

Quizá conozcas el dicho: «Las grandes mentes hablan de ideas; las mentes promedio hablan de acontecimientos; las mentes pequeñas hablan de la gente». Sin duda, hay maneras de hablar de la gente que pueden honrarlas, pero este dicho enfatiza nuestro lado más oscuro. En un mundo de comunicaciones constantes, tanto social como profesionalmente, se nos confronta permanentemente con la vida de personas en un nivel de intimidad que puede ser inapropiado.

La batalla contra el ego

En la antigua Roma, cuando un general regresaba victorioso de una batalla, se organizaba un desfile para dar la bienvenida al conquistador. Desfilaban las tropas del general y los cautivos, estos últimos llevados a manera de trofeo y como prueba del triunfo. Mientras recorrían la ciudad, las multitudes vitoreaban el éxito de su héroe.

Simulador de vuelo

Durante su entrenamiento, los pilotos de avión pasan muchas horas en simuladores de vuelo. Estos aparatos les dan a los alumnos la oportunidad de experimentar los desafíos y los peligros de pilotear una aeronave… pero sin ningún riesgo. Los pilotos no tienen que dejar el suelo, y si sufren un accidente en el simulador, pueden salir tranquilamente.

Sin riesgo

Hace poco, un colega me contó sobre una experiencia que no tengo intenciones de probar personalmente: el bungee jumping o puentismo [salto al vacío desde un puente]. Su relato me resultó tanto fascinante como aterrador. Pensar en saltar cabeza abajo desde un puente altísimo, sostenido solamente por una gigante cuerda elástica no es mi idea de diversión. Pero el salto tenía sus elementos de seguridad: no solo uno, sino dos arneses reforzados que lo aseguraban a la cuerda… y a estar a salvo. El diseño minucioso y las pruebas satisfactorias de esos arneses le dieron una gran confianza al lanzarse al aire.

Líderes en el frente

El libro de Stephen Ambrose, Banda de hermanos, sigue la historia de una compañía del ejército norteamericano desde su entrenamiento en Georgia, Estados Unidos, hasta la invasión de Normandía, en el Día D (6 de junio de 1944), y por último, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Durante la mayor parte de ese período, Richard Winters lideró esa compañía. Fue un oficial particularmente bueno porque iba al frente del grupo. Su expresión más habitual durante el combate era: «¡Síganme!». Tal vez otros oficiales buscaban la seguridad de la zona de retaguardia, pero si los hombres de Winters entraban en combate, él iba adelante.

Estoy aburrido

Cuando nuestros hijos eran adolescentes, muchas veces conversábamos después de la reunión de jóvenes en la iglesia. Yo preguntaba: «¿Qué tal estuvo el grupo juvenil esta noche?». Y ellos respondían: «Aburrido». Después de varias semanas así, decidí averiguar qué pasaba. Entré sigilosamente en el gimnasio donde se reunían y los vi participar, reírse, escuchar… disfrutar muchísimo. Esa noche, mientras volvíamos a casa, pregunté otra vez, y contestaron: «Estuvo aburrido». Entonces, dije: «Estuve ahí y los vi. ¡Se divirtieron mucho!». Y respondieron: «Tal vez no estuvo tan mal como de costumbre».